Publicado en Julio 07-10-19

AISO por Madagascar

Sobre Vincenzo Cuppi: (FOTO + BIO)
Vincenzo Crupi, 26, Dental student at University of Cagliari, AISO Editor 2015-2018, Team Leader of “AISO for Madagascar”.

Sobre AISO:
Vincenzo Crupi, 26 años, estudiante de odontología en la Universidad de Cagliari, editor de AISO (Asociación Italiana de Estudiantes de Odontología) 2015-2018 y jefe de equipo de «AISO por Madagascar».

 

1. Vincenzo, nos sentimos orgullosos de contar con tu testimonio en este proyecto tan importante. Para ayudar a comprender mejor nuestra relación, ¿podrías describir por favor nuestra colaboración con AISO y tu experiencia personal con Hu-Friedy?

Es un placer para mí hablar acerca de la colaboración que une a AISO y a Hu-Friedy porque, personalmente, creo que es una de las colaboraciones más importantes que nuestra asociación ha tenido. Hace ya muchos años que Hu-Friedy trabaja junto con nuestros estudiantes, brindándoles la oportunidad de formar parte en numerosos eventos a lo largo de todo el año, y en toda Italia. Estos eventos tienen como objetivo unir a los estudiantes con el mundo clínico de la odontología. Además de esta vertiente educativa, Hu-Friedy es nuestro principal socio en cuanto a instrumental dental, permitiendo a los estudiantes de odontología tener acceso a los productos más reconocidos del mundo a un precio muy asequible, lo que lleva a la futura generación de odontólogos a trabajar con equipos de la más alta calidad posible.

Debido a esto, Hu-Friedy siempre ha sido un gran amigo de AISO, garantizándonos apoyo total en todos nuestros proyectos. Un ejemplo de ello sería nuestro último proyecto, que nos llevó al otro lado del mundo y nos permitió brindar atención dental a la gente de Madagascar.

2. ¿Podrías decirnos cómo se concibió la idea de ir a Madagascar y cómo se desarrolló?

Bueno, de hecho lo que nos llevó a Madagascar es algo muy interesante. AISO siempre ha trabajado con organización mundiales para desarrollar proyectos humanitarios. Esta vez, nos pusimos directamente en contacto con una organización italiana sin ánimo de lucro llamada «Amici di Ampasilava». Estaban buscando dentistas jóvenes dispuestos a trabajar en el extranjero y con una manera totalmente diferente a la práctica tradicional de odontología.

Personalmente, esta idea me inspiró mucho y no tenía duda de que quería participar.

Tras un breve periodo necesario para comprender mejor lo que estábamos a punto de vivir, decidimos aceptar esta maravillosa oportunidad y formar un equipo para la expedición.

De hecho, esta era la primera vez que nuestra asociación creaba un proyecto ambicioso tan lejos de nuestro país. Si he de ser honesto, no fue sencillo, ya que hay muchas cosas en las que no piensas en tu día a día que no son tan obvias en un país africano.

Debo decir que este proyecto no hubiera sido posible sin la ayuda de mi amiga y colega Claudia, que viajó conmigo hasta Madagascar. Juntos organizamos este viaje, dirigimos un equipo de 4 personas, incluidos nosotros, para proporcionar cuidados y tratamiento en el pueblo de Andavadoaka. Una vez que el equipo estuvo reunido y que ya todo estaba listo, tan solo necesitábamos encontrar una forma de financiar nuestro proyecto, ¡y aquí es donde apareció la ayuda de Hu-Friedy!

Gracias a la generosidad de numerosos patrocinadores y a muchas pequeñas donaciones, conseguimos cubrir parte del coste del viaje y recopilar gran cantidad de instrumentos y suministros dentales que usamos durante nuestra acción humanitaria.

3. Nos gustaría escuchar todos los detalles de tu experiencia. ¿Cómo era una vez allí?

Antes de hablarte de la experiencia una vez allí, me gustaría compartir algunas de los aspectos del viaje hasta que alcanzamos nuestro destino. Una vez que aterrizas en avión en la isla de Madagascar tienes dos formas de llegar al hospital de la ciudad más cercana, que es Tulear. La primera es por aire, volando en aviones regionales, y la segunda es por tierra, conduciendo por las carreteras nacionales de Madagascar. Decidimos llegar hasta Tulear, una pequeña ciudad en el sudoeste de la isla, en coche y, después, volver a Antananarivo en avión. El viaje en coche nos llevó 4 días, conduciendo tan solo de día por la única carretera que lleva al sur, lo que nos dio la maravillosa oportunidad de ver cómo cambian el paisaje y la naturaleza en relación al clima y a la diferencias de altitud. Fue una experiencia agotadora pero increíble. ¡Nuestro viaje de vuelta también fue algo único en la vida, ya que no podría haberme imaginado lo que pasó hasta que lo vi con mis propios ojos! Una vez que llegamos al aeropuerto, hicimos el check-in en el mostrador donde entregas tu equipaje a un agente que lleva tu maleta directamente al avión. El monitor de vuelos era en realidad una tabla de madera con vuelos escritos a mano, con la hora y el destino. Después de eso, te diriges a seguridad, donde esperas que sea como en el aeropuerto de tu país, con máquinas de rayos X y detectores de metal. ¡Para nada! Cuando llega tu turno, te pones frente a un oficial de policía que inspecciona tu equipaje de mano abriéndolo y rebuscando en su interior por si hay mercancías peligrosas; ¡un control de seguridad de los de la vieja escuela! Y esto esperando que nadie tenga malas intenciones a bordo.

Como ya he dicho antes, el hospital en el que trabajamos se encuentra en Andavadoaka, un pequeño pueblo situado 170 km al norte de Tulear, y la única forma de llegar hasta allí es conduciendo. La única carretera que llega hasta allí es un camino de tierra y polvo que recorre el canal de Mozambique, donde se puede ver uno de los mares más azules que yo haya visto y es posible atravesar tierras incontaminadas con enormes baobabs centenarios. Aunque son unas 8 horas de conducción, el viaje sin duda merece la pena.

Una vez que llegas al pueblo, los sentimientos y las emociones que experimentas son únicos. La población es de unas 1 000 personas, y tan pronto como llegas puede sentir el cariño y la amabilidad de la gente local. Todo el mundo está constantemente sonriendo y acogiéndote. Lo más probable es que, si solo caminas un poco, pasarás todo el tiempo diciendo y respondiendo «salama» (hola) a cualquier persona con la que te cruces.

El ambiente en el hospital puede ser desorganizado, pero también es satisfactorio. El patio grande que da al hospital se convierte todas las mañanas en lugar de reunión para todas las personas de Andavadoaka y de los pueblos cercanos, por lo que desde temprano por la mañana hasta por la tarde escuchas a gente hablando y paseando.

Alguien viene para una revisión, otro necesita medicamentos para el dolor, algunos tienen cita con un especialista, justo como nuestros pacientes. Y otros simplemente van allí para pasar el tiempo en lo que cada día se convierte en el centro de la vida social del pueblo.

Los pacientes que visitan el hospital cuentan con atención médica de emergencia todos los días del año, 24 horas al día. Dependiendo de la época del año, pueden encontrar especialistas como cirujanos, odontólogos, oftalmólogos, fisioterapeutas y ginecólogos. Por lo tanto, el hospital está organizado con varias salas de examen, incluida una consulta dental con un sillón y un pequeño laboratorio dental, una sala de operaciones de cirugía, un gabinete de radiología y ecografía y dos salas hospitalarias que pueden albergar hasta diez pacientes.

El hospital depende del trabajo y de la presencia de los voluntarios bajo la supervisión y la organización de la ONG «Amici di Ampasilava», que siempre cuenta con algunos residentes en la estructura para vincular a los voluntarios italianos con la población de Madagascar.

Las dos semanas que pasamos en el Hopitaly Vezo pasaron muy deprisa; en cuanto empezamos a acostumbrarnos a la vida local llegó el momento de marcharnos.

Créeme cuando digo que, una vez que dejamos todo esto atrás y que nos dirigimos de vuelta a Italia, empezamos a sufrir «le mal d’Afrique», ¡una patología común que afecta a las personas que han disfrutado a lo grande en África!

4. ¡Habéis sido un grupo de superhéroes increíble! ¿A cuántos pacientes tratásteis durante vuestra estancia? ¿Con qué dificultades os encontrásteis?

¡Gracias! A veces sí que nos sentíamos como superhéroes. Tuvimos que hacer frente a situaciones que difícilmente podrían darse en nuestra vida cotidiana. El mayor obstáculo era el idioma. Es muy difícil mantener una conversación sin la ayuda de un intérprete. El hospital tenía poco intérpretes, que hablan italiano y la lengua local, lo que permitía interactuar a los doctores con los pacientes. Pero muchas veces cuesta hacerte entender, incluso haciendo gestos. Algunos de nuestros signos habituales del lenguaje para ellos no significan nada. Así que, es fácil imaginarse lo difícil que puede resultar entender a un paciente que a penas puede expresar sus síntomas y lo que siente, sin rayos X ni historial médico, simplemente confiando en la habilidad del intérprete para entender lo que es paciente está tratando de comunicarte y traducir a un idioma del que solo conoce cosas muy básicas. Por suerte, al final, conseguimos lidiar satisfactoriamente con todos los casos con los que nos encontramos.

En las dos semanas que pasamos en el Hopitaly Vezo visitamos a unos 500 pacientes y tratamos casi al 100 % de ellos. Algunos de los casos requerían más tiempo o planes de tratamiento más largos, que se enviaron a los siguientes odontólogos que iban a visitar el hospital. La tasa diaria de pacientes era en torno a 50, que recibieron atención dental en los campos de la higiene dental, cirugía oral, endodoncia, restauración y odontología protésica.

Nuestro trabajo era fundamental para la población, ya que el hospital de Andavadoaka es el único lugar en Madagascar donde es posible encontrar asistencia dental gratuita, mientras que en el resto de la isla la mayoría de la gente no puede ni siquiera permitirse una visita al dentista. De hecho, nos encontramos atendiendo a personas que venían de aldeas lejanas; algunos nos contaron que les llevó días llegar al hospital en carros tirados por cebús.

Estoy muy orgulloso de decir que esta aventura se convirtió en una de las experiencias más gratificantes y transformadoras de mi vida. Mis motivaciones iniciales para trabajar como voluntario en África venían de un deseo muy profundo de ayudar a la gente, ya que deseaba mejorar la vida de otras personas. Al final, no solo mejoré la vida de otras personas, sino también la mía propia.

 

¡Admiramos mucho tu compromiso y tu valentía! Ha sido un placer para nosotros ayudaros en una tarea tan desinteresada y caritativa. ¡Bien hecho! Os deseamos a ti y a todos los jóvenes profesionales que comparten tu visión del mundo todo lo mejor en vuestra carrera. Gracias por dedicarnos este tiempo para responder a las preguntas sobre esta iniciativa tan importante y quedamos expectantes de vuestras próximas aventuras.

Gracias por vuestras palabras y muchísimas gracias por apoyar nuestro proyecto y por darnos la oportunidad de llevar una sonrisa sana a quienes más lo necesitan. Estoy seguro de que AISO y hu-Friedy seguirán cumpliendo juntos muchos sueños.


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